martes, 25 de junio de 2013

Simplemente la vida.

Deseos que no son más que reflejos de inseguridades, miedos, anhelos y envidias. Nostalgia mal entendida para corazones alimentados de sufrimiento.
Largos pasillos en penumbra, sombras terroríficas que intentan mostrar el futuro, acontecimientos pasados que están por llegar y lecciones mil veces repetidas pero nunca aprendidas. Situaciones que se repiten de distintas formas pero con idéntico final.
 Clases particulares sobre fobias y angustias nunca superadas, miradas inquisitorias y llamadas de atención que no son tales, cuidados despreocupados y pensamientos en blanco.
 Planes, metas, misiones y objetivos olvidados mucho antes de tan siquiera plantearlos.
 Enfados olvidados a cambio de una sonrisa, odios que esconden la más loca de las pasiones, lágrimas que embarran el suelo e impiden una rápida huida. Amores que hieren como cuchillos y desamores que reviven a seres insensibles.
 Actores invitados que deciden formar parte del plantel y estrellas que se quedan sin frases de peso en pueriles tragicomedias de aficionado.
Besos malgastados en labios insensibles, que aprovechan cualquier pausa para bailarles el agua a oídos ingenuos y vírgenes de mentiras.
 Vida que se esfuma entre lamentos y que parece no seguir un patrón definido, moralejas que no son más que libres interpretaciones de los acontecimientos y falsos testimonios lanzados al aire en busca de un perdón tan innecesario como inútil.
 Bailes de salón con la muerte al son de un coro de ángeles. Rozaduras en los zapatos y un último suspiro antes de la pieza final.
 Se encienden las luces para unos, se apagan para otros y, vuelta a comenzar...

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