sábado, 25 de mayo de 2013

Espejismos de alcoba.







Hacía tiempo que había perdido el control de sus emociones.  Cada vez tenía más claro cuales eran las cosas que le hacían feliz, pero era incapaz de luchar por conseguirlas.
 No sabía el motivo, pero ya había perdido toda esperanza. A su alrededor, nada, solo un desierto emocional con algún espejismo de alcoba que en lugar de calmar su sed hacía que esta se reflejase de una manera más extrema.  Todo hacía presagiar que hasta su refugio diario,a la sombra de aquella sonrisa iba a desaparecer. Nunca se había parado a pensar que ese momento podía llegar algún día y,  aunque pensaba que lo cuidaba como se merecía, descubrió que no era así.
  Ahora todo se convertía en prisas, sentía que había empezado una carrera contra el crono cuyo resultado no podía ser otro que la derrota. No estaba preparada para reaccionar como la situación exigía y sólo le quedaba un sentimiento amargo de tristeza y desolación.
  Su enemigo era fácil de superar, al menos eso es lo que parecía desde lejos. Tenía varias opciones y todas ellas buenas...salvo la de callarse y con su silencio dejar que todo/nada se perdiera de la misma forma que fue creado. Todavía no había decidido que camino seguiría  pero el conocimiento de si misma le hacía saber que nada cambiaría, su vida sería exactamente igual como había sido hasta el día de hoy y sus ojos seguirían mirando al mundo distantes  y atemorizados. Su vida no era más que la unión de todos las fobias que la devoraban mezclados con esa gran mentira que se repetía día tras día: "Cada sonrisa que me provoque me costará mil lágrimas"...
  Nunca quiso darle la importancia que tenía, siempre pensó que era alguien que desaparecería de la noche a la mañana y nunca se paró a pensar que aquel momento y aquella persona no eran una estación más hacia la felicidad sino la parada final a tan largo viaje. Su torpeza, sus miedos irracionales y su desconfianza iban a dejar un abrazo sin respuesta , un "te quiero" aprisionado en unos labios mudos y un corazón petrificado. Nada de esto sería recuperable, no serviría una marcha atrás y menos un perdón tardío, no valdría un abrazo a destiempo y una noche de falsos juramentos, no se le perdonaría tan fácilmente o... ¿tal vez sí?.
  Él, la seguiría esperando sabiendo que aquella chica necesitaba cariño pero era incapaz de pedirlo, necesitaba amor pero cerraba las puertas a cualquier esperanza, necesitaba intentarlo...pero nunca lo haría. A ella le faltaba tiempo pero por suerte, a él le sobraba vida y lo único que necesitaba era despertar con ella.

jueves, 2 de mayo de 2013

Últimas gotas.





 Para ella no era una tarde más, era una tarde lluviosa como las últimas, pero había algo que la hacía distinta. En esta ocasión no había nadie que mirara a través de la ventana con ella, nadie  fantaseaba con las mil formas que dibujaban las gotas al resbalar por el gran ventanal.
  Era un día raro, las gotas no hacían ruido al romper sobre los paraguas, los niños que pasaban delante de su casa no chapoteaban en los charcos. La monotonía solo era rota por el ruido de los truenos, instantes en los que parecía que el cielo se iba a desplomar sobre su cabeza.
  La lluvia, que tantas veces había servido para limpiar su alma y reponer fuerzas  hoy le castigaba con gotas de soledad y nostalgia. Quería combatir contra esos sentimientos pero no sabía como hacerlo, no encontraba una palabra que diera consuelo a su pesar, repasaba mentalmente los momentos en los que su cara reflejaba una sonrisa, pero al instante volvía a darse cuenta que esa felicidad ya no le acompañaba. Sabía que los momentos de tregua que había vivido eran escasos ante tal sentimiento de amargura y que el único consuelo que le quedaba hoy se desvanecía con cada trago que llevaba a su boca.
 Sus oídos, tan embriagados como el resto de su cuerpo, eran capaces de distinguir canciones que le recordaban que cualquier tiempo pasado fue mejor, melodías que invocaban a su fantasma y que por momentos le hacían revivir cada uno de los momentos cómplices que habían pasado juntos. Eso no le hacía ningún bien y ella lo sabía pero era incapaz de parar el reproductor al que cada vez le prestaba más atención, como si en una de esas canciones fuese a encontrar la solución a su problema.
  Entonces llegó el momento, no sabía porqué pero sus ojos se habían iluminado como si tuviesen la respuesta a todo.Sintió la necesidad de hacer una locura, tomó su abrigo y se dirigió a su destino, al llegar la lluvia seguía cayendo como si supiera que para ella ya no existiría el mañana.
  Miró al cielo, se quito el abrigo y dejó que su  cuerpo completamente desnudo se empapase por completo, se tumbo sobre el duro y frío mármol que encerraba los restos de su amado y se dejo llevar con él, su corazón latía cada vez con menos intensidad, sus ojos se iban cerrando y su rostro comenzaba a perder la expresión de pena para dar paso a una de tranquilidad y paz. ¡Por fin volvería a su lado!.