Posiblemente nunca lleguen a conocerse personalmente, pasarán los días, los meses, los años...y no podrán poner nombre a ese rostro amable que cada mañana les regala una sonrisa sincera, tan sincera como la de un niño.
Piensan que el amor duele dejándose llevar por experiencias pasadas, sin darse cuenta sus corazones se marchitan y adquieren una tonalidad gris melancólica. Pierden el tiempo buscando culpables en su pasado y maldiciendo esos momentos de sufrimiento que les cierra la puerta de la felicidad.
Lejos quedaron los tiempos en que lanzarse al vacío era un hecho tan común como el de levantarse cada mañana y empezar el día con alegría.
Jornadas largas y mustias, almas errantes bajo un sol de condena, sufrimiento en silencio y una falso sentimiento de independencia que no era otra cosa que el reflejo interior de una persona derrotada.Pasos uniformes y lentos que les conducen a sus celdas...
Noches en vela, escarceos amorosos de lavabos sucios y portales oscuros los alejaban noche tras noche de su objetivo sin darse cuenta que esa mañana podía haber sido la última.
¿Podría haber sido aquella su última sonrisa?
A veces también nos hacemos ciegos a la realidad
ResponderEliminarY en otras ocasiones fijamos la mirada en imposibles y dejamos pasar el tren de las verdaderas oportunidades
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