El día comienza a clarear, mis ojos
todavía cerrados no lo perciben y dejan que sean mis oídos los
primeros en despertarse al son de la melodía del despertador. Me
siento pesado, perezoso y lento de reflejos. El tener que alejarme
del suave tacto de las sábanas me violenta y hace la situación
más desagradable todavía.
Tras un rato de duda por fin decido
dar el paso y poner los pies en el suelo, el primer contacto con el
frio piso me crea incomodidad y, por un instante me invita a observar
la cama de nuevo, esta vez con una añoranza que hace muy difícil no
correr a su encuentro.
Me dirijo a la cocina con los ojos
todavía medio entornados y, al segundo paso, mis gélidos pies
sienten el contacto con una silla puesta en medio por arte de mágia
durante la noche. Mi boca murmulla, mis ojos la observan y mis manos,
acompañadas de un tacto rudo y torpe (característico de esos
momentos del día) la apartan sin recrearse en el contacto con ella.
Por suerte, he llegado a la cocina,
preparo la cafetera y me quedo observando para evitar que el café
se recaliente, es un instante donde nada importa, consigo abstraerme
y fijo mis sentidos en lo realmente importante, su aroma consigue
llevarme a otra dimensión y en cuanto está listo lo vierto en una
taza; no me gusta esperar que se enfríe y menos acompañarlo de
azucar, su regusto amargo me encanta y me permite afrontar la
realidad de otra manera. Puede resultar una tontería, pero pienso
que si comienzo el día con un sabor amargo cualquier cosa que venga,
por dura que sea, dejará en mi un sabor dulce.
Casi sin darme cuenta ha llegado el
momento de la ducha, el frío que voy a pasar durante unos instantes
se verá recompensado por la relajación que me transmite el agua
caliente en contacto con mi cuerpo. De fondo esa canción que me
recuerda a ti y todo lo que significas. Una nube de vapor se apodera del cuarto
de baño y esa neblina hace que aflore en mi un atisbo de melancólica
ternura...De pronto el agua caliente deja de salir y el placer de una
ducha perfecta se convierte en una broma macabra, vuelvo a
violentarme y blasfemo por la mala suerte. Mi olfato detecta un
extraño olor, siento que algo no marcha bien y tras unos segundos me
doy cuenta que... Alguien ha hecho café y, ¡yo sigo en la cama!
Mis sentidos me engañaron, ahora
todo serán prisas.
Si comienzo el día con un sabor amargo cualquier cosa que venga, por dura que sea, dejará en mi un sabor dulce.
ResponderEliminarMe ha E N C A N T A D O!!
Así aprenderemos a disfrutar de las amarguras y sabremos que son simplemente un escalón más hacia la felicidad...Gracias!!
ResponderEliminarA ti, por aportarme ideas y hacerme ver que las cosas pueden tener otro color :)
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