La lluvia invita a quedarse en casa pero en mi cabeza hay algo que me invita a salir y empaparme bajo su manto uniforme. Aquellos que nunca habéis disfrutado del placer de andar sin rumbo aparente mientras vuestros cuerpos se hacen cada vez más pesados pensaréis que no dejo de ser un desequilibrado más, alguien que no sabe lo que hace y se limita a moverse por impulsos. Pero en el fondo, ¿no somos así todos?
Las primeras gotas empiezan a resbalar por mi frente y es justo en ese momento cuando consigo olvidarme de todo lo que me rodea, mi mente comienza su viaje y rápidamente alcanza cientos de pies de ventaja sobre el resto de mi cuerpo ya cubierto por un manto fino de agua que me impide moverme con más rapidez. Ante mis ojos pasan momentos agridulces, situaciones en las que éste paseo era más una forma de escapar que algo para disfrutar.
Bajo la lluvia he reído,llorado,besado,amado,peleado...y he de reconocer que la humedad potencia cada uno de estos actos y los lleva a cotas inalcanzables. No hay nada comparable a un ataque pasional bajo una ducha constante...(y aunque lo parezca no estoy hablando de sexo, o al menos no solo de ello).
La lluvia no deja de ser un bálsamo para mente y cuerpo,aleja de mi los malas vibraciones y convierte un terreno árido como era mi yo más profundo en un vergel de ideas y buenas intenciones.
Regreso a mi casa y miro con desprecio el paraguas que espera agazapado junto a la puerta, toda una tentación para algunos en días grises pero que para mi no deja de ser un invento estúpido que sirve para robarme mi momento.
Y, aunque parezca una contradicción, un día de lluvia en el exterior puede resultar ser un día soleado en tu interior.
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