Caminaba lentamente y con miedo, sus complejos le impedían mostrar al mundo todo lo bueno que escondía, se había convertido en un ser pusilánime e insustancial.
Le atormentaban preguntas sin realizar, respuestas que nunca escucharía y ardientes sentimientos camuflados de otros menos comprometedores. ¿Su coraza? La indiferencia, y mientras nada parecía afectarle dejaba escapar su vida entre suspiros, falsas verdades y mentiras piadosas.
Su corazón cada vez latía con menos cadencia y los nudos en su garganta eran más frecuentes. Las taquicardias daban pie a ataques de pánico, ira hacia los demás y hacia si mismo.
Noche tras noche, iba a la cama deseando que ese fuese el último crepúsculo que le tocase vivir. Deseaba cerrar los ojos y que su gris existencia por lo menos tuviera un final placido. Poco a poco perdía la consciencia y los sueños se apoderaban de él, sueños a los que consideraba sus aliados, historias en las que por fin lograba su objetivo. Representaciones en las que de una vez por todas conseguía alcanzarla, abrazarla y...¡NADA!, sus ojos se convertían en un mar de lágrimas que lo ahogaban y le hacían regresar a su oscura vida.
¿Y ella? Ella, siempre le sacaba un sueño de ventaja.